El carácter (problema o bendición)
de la educación, es seguramente mucho más importante y menos coyuntural que la
mayoría de los problemas económicos
de una sociedad, sin olvidar el fuerte componente social que conlleva.
Aceptando que mis habilidades como sociólogo deben ser prácticamente nulas,
prefiero concentrarme en el aspecto económico de la educación. Mi preocupación
surge a raíz de la aprobación de una Ley que permitiría que los niños puedan
trabajar legalmente en Bolivia desde los 10 años (BBC Mundo, Junio 2014).
Por un lado, el Presidente de
Bolivia, Evo Morales, parece apoyar la idea del trabajo infantil. En sus
propias palabras (ver más abajo), él encuentra los elementos positivos del
trabajo desde temprana edad.
"Mi experiencia, mi posición: no debería eliminarse el trabajo de
niñas, niños y adolescentes, pero tampoco deberían explotar o incitarlos a
trabajar. Algunos trabajan por necesidad, pero además eliminar el trabajo de
niños es como eliminar que tengan conciencia social…En las áreas rurales, desde
el momento en que se aprende a caminar uno ya presta un servicio a la familia.
No es explotación, es sacrificado pero eso es vivencia misma" Evo Morales (extracto de BBC Mundo, Enero de 2014)
Por otro, los propios niños exigen
que no se les quite el derecho a trabajar.
“Un grupo de niños se ha reunido con el presidente de su país, Evo
Morales, para pedirle que les deje trabajar. Tienen menos de 14 años y si se
aprueba la nueva ley contra el trabajo
infantil no podrán hacerlo.”Antena 3,2013.
Personalmente me espanta el
razonamiento anterior, pero debo admitir que el apoyo a tal solución no es para
nada aislado. De hecho, creo que una buena proporción de la población boliviana
comparte el sentimiento del Sr. Presidente: los niños pueden y deben trabajar,
y de hecho lo están haciendo! Según datos del Banco Mundial, cerca del 20% de niños
bolivianos entre 7 y 14 años trabajan, lo cual representaría el ya aterrador número
de 200 mil niños, que es aun más crítico si consideramos las estimaciones del
Ministerio de Trabajo: 550 mil niños por debajo de los 14 años!
Fuente: Banco Mundial. Los
porcentajes reflejan el último dato disponible para cada país (entre 2003 y
2013).
Antes de pasar a justificar el
porqué de mi espanto, déjenme compartir una anécdota que ilustra la ambigüedad
y complejidad del problema del trabajo infantil. Hace alrededor de 4 años,
mientras vivía en La Paz, mi esposa y yo usualmente comprábamos en un conocido
supermercado de la ciudad. Después de elegir las compras, toca el momento más
doloroso de la jornada, pagar por ellas! Claro, en Bolivia esto se hace menos
agobiante porque al menos hay un ejército de fieles trabajadores (sí, estoy
exagerando, deben ser de 10 a 20 niños, entre 10 y 14 años) dispuestos a
embolsar las compras y después – realizando un esfuerzo físico bastante
razonable - empujar el carrito hasta el vehículo del comprador. Todo esto por
el reducido precio de medio dólar, centavos más, centavos menos.
Bien, esta dinámica, habitual y
cotidiana, me parecía bastante incómoda. Incluso antes de analizar el problema,
tenía la concepción - a priori- de que
un niño tan pequeño no debería estar trabajando, sino estudiando. Por tanto,
como voz de protesta, me negaba a utilizar los servicios del niño, e incluso
llegue a mandar una nota al supermercado quejándome por contratar menores de
edad para labores físicas que en algunos casos parecían asegurar futuros problemas
de salud y - aparentemente - no brindaban ningún derecho laboral a los jóvenes
empleados.
Si bien aun defiendo la percepción de
que la educación debe ser la prioridad en un niño, me di cuenta que por lo
menos la mitad de mi entorno no compartía mi posición. Los argumentos más
recurrentes fueron: “si no dejas que el niño haga su trabajo, él no podrá
llevar pan a su casa”; “si no trabaja en este supermercado entonces trabajará
en otro lado, al menos acá está más seguro”; “el niño aprenderá el valor de las
cosas mediante el trabajo”; o “es preferible que el niño trabaje a que se dedique
a otros vicios”.
Los justificativos parecieran ser un
equilibrio donde todos ganamos. El niño del supermercado puede ayudar a sus
padres económicamente, mientras yo me siento más cómodo, incluso siento que le
hago un favor! Entonces ¿deberíamos todos apoyar a
esos niños trabajadores?
En este punto dejaré las anécdotas
para buscar ordenar ideas sobre las causas y consecuencias del trabajo
infantil. Un buen punto inicial del problema debe considerar que, en edad
escolar, el trabajo y el estudio no son complementarios sino sustitutos, al
menos cuando se realizan como actividades de tiempo completo. No me referiré al
trabajo eventual, ni a la calidad de la educación, para no dispersar más el
análisis.
De las causas
Bajo la lógica económica, si un niño
trabaja, es porque es lo mejor que puede hacer. Entonces, un niño trabajador
(asumiendo que trabaja y no estudia, como planteamos antes) implica que la
educación es: 1) inalcanzable y/o 2) inservible. Si la educación estuviera al
alcance de todos Y tuviera
buenos retornos futuros (en términos coloquiales, fuera un buen negocio),
entonces todos los niños (salvo contadas excepciones) estudiarían. Entonces, la
educación escolar en Bolivia no es asequible para todos y/o no genera ganancias
futuras. Esto podría darse por distintos elementos, algunos de ellos limitarán
el acceso a la educación, haciéndola
inalcanzable: bajo ingreso de los padres, largas distancias geográficas a los
centros educativos, cupos escolares limitados. Por otra parte, otros
determinantes afectarían la rentabilidad
de educarse, la ganancia: por el lado de la demanda, un mercado de trabajo
que no premia la productividad, mientras que por el lado de la oferta, un
contenido educativo que no genera productividad. Un elemento transversal a
estos determinantes podría ser la valoración intrínseca del niño por la
educación, la cual seguramente vendrá determinada por la valoración que la
familia y su entorno tienen de la educación.
Por el momento no es necesario dar
un peso específico a los elementos anteriores. Si seguimos el razonamiento, podemos
concluir que un niño deja de estudiar porque no quiere o porque no puede.
Retornos Futuros\ Acceso
|
Factible
(puede)
|
Inalcanzable
(no puede)
|
Positivos (quiere)
|
Estudiar (1)
|
No Estudiar (2)
|
Negativos (no quiere)
|
No estudiar (3)
|
No estudiar (4)
|
De la tabla anterior, vemos que
tenemos 4 posibles eventos, que consideraremos cada uno como un equilibrio.
Deberíamos coincidir que (2) es la peor situación que podríamos enfrentar. La
educación genera ganancia, pero el niño no puede estudiar. Los equilibrios (3)
y (4) serían racionalmente aceptables. En caso de que estudiar no brinde
beneficios, sino perjuicios (costos), los niños estarían mejor trabajando que
estudiando. Finalmente, existe un equilibrio superior – que justificaré porque
es superior más adelante- en el cual los niños pueden y quieren estudiar (1).
De nuestro simple esquema anterior,
es directo ver que existen más posibles eventos de No Estudiar que de Estudiar,
3 a 1. Lo que no debe tomarse como cierto, es que existan mayores
probabilidades de estudiar, que de no estudiar. Aquello dependerá de las
probabilidades asociadas a cada uno de los eventos. En una sociedad en que
hayan mayores probabilidades de acceder al sistema educativo, y hayan más
trabajos que requieren más educación (mayor especialización), el equilibrio (1)
sería el más probable. Por otra parte, una sociedad con muchas restricciones para
acceder al sistema educativo, y más sectores económicos con retornos a la
educación negativos, seguramente tendrá la mayor proporción de niños
trabajando (4). Sin embargo, la
evidencia empírica señala que:
·
Los
retornos de la educación, en promedio, son positivos. Es decir, que en
promedio, un año más de escolaridad, implica cierto porcentaje positivo de
ganancia adicional a lo largo del resto de nuestra vida. Esto es cierto a nivel
de varios niveles de escolaridad (incluida la educación universitaria). (Heckman,
2010; Psacharopoulos 2002).
De hecho, en un emblemático y reciente
estudio para niños en edad pre-escolar, James Heckman (Premio Nobel de Economía, 2000) y sus co-autores concluyen que 1
dólar invertido en un niño de 4 años, rendirá entre 60 y 300 dólares a la edad de
65 años. Entonces, dado que los retornos
promedio de la educación son positivos, los equilibrios (3) y (4) serán menos
probables, y por tanto los niños estarían trabajando, no porque tienen mejores opciones,
sino porque se encuentran con menores oportunidades.
De las consecuencias
Entonces ¿cuáles son las
consecuencias del trabajo infantil?, ¿en qué afectaría a largo plazo tener mayores
proporciones de niños trabajando que estudiando? Pues bien, debemos mencionar
cierta evidencia empírica central que podrá ayudarnos a responder:
·
El
nivel de educación es uno de los determinantes positivos menos controversial
del crecimiento económico (Barro, 2002).
·
Los
trabajadores con más educación, en promedio, generan mayor producto a nivel
individual, ya que son más eficientes. Esto va de la mano con el hecho de que
la mayoría de las industrias que generan mayor valor agregado, son aquellas que
utilizan trabajadores más especializados (con mayor educación).
·
Los
sectores con retornos negativos o nulos a la educación, generalmente deberían ser
aquellos de mayor riesgo para el trabajador, por ejemplo sectores de
agricultura precaria); o incluso sectores ilegales (contrabando, narcotráfico,
robo, informalidad).
No es necesario mencionar acá que la
educación, a cualquier nivel, impulsa elementos como la cultura o el respeto a
las leyes, que a mi juicio son indudablemente positivos para cualquier sociedad.
Pero basándonos solo en los elementos económicos, está claro que la educación
está asociada con mayores niveles de ingreso, y que si bien el trabajo infantil
puede generar un incremento de corto plazo en el nivel del producto, éste
incremento es inferior comparado con el que pudiera obtenerse con un trabajador
mejor educado.
Dado que se reconoce que mayores
niveles de educación están fuerte y positivamente asociados con mayores niveles
de producto y por tanto de ingreso, cualquier política de lucha contra la
pobreza, promoción de la igualdad, y generación de empleo, debería apuntar a evitar
el trabajo infantil, aun más cuando éste conlleve una disminución en los
niveles de educación. Esto quiere decir que, adicionalmente, se debería restringir
(fomentar) el crecimiento de sectores de trabajo poco calificado (más
calificado) con retornos a la educación negativos (positivos). Es decir, el
mejor equilibrio debería ser el número (1) donde los niños tengan acceso a la educación,
y existan empleos que valoren a los mejor educados.
Si Evo Morales hubiera disfrutado de
un sistema educativo más accesible, y mayores oportunidades de empleo donde se
valore y recompense al empleado más educado, posiblemente pensaría igual que
James Heckman o escribiría con él, y también podría ser cierto que si James
Heckman hubiera enfrentado condiciones más adversas en su niñez, podría estar apoyando
el trabajo infantil.
Gracias a la educación, hoy sabemos
más de la educación. Aunque Evo y James no estudiaron juntos, aun queda la esperanza
de que puedan encontrarse.
Algunas referencias:
·
Heckman, James J. & Moon, Seong Hyeok & Pinto,
Rodrigo & Savelyev, Peter A. & Yavitz, Adam, 2010. "The rate of
return to the HighScope Perry Preschool Program," Journal of Public
Economics, Elsevier, vol. 94(1-2), pages 114-128, February.
·
Andrés
Felipe García-Suaza & Juan Carlos Guataquí & José Alberto Guerra & Darío
Maldonado, 2014. "Beyond the Mincer equation: the internal rate of return
to higher education in Colombia," Education Economics, Taylor &
Francis Journals, vol. 22(3), pages 328-344, June.
·
Pedro Carneiro & James J. Heckman & Edward J.
Vytlacil, 2011. "Estimating Marginal Returns to Education," American
Economic Review, American Economic Association, vol. 101(6), pages 2754-81,
October.
·
Psacharopoulos, George & Patrinos, Harry Anthony,
2002. "Returns to investment in education : a further update," Policy
Research Working Paper Series 2881, The World Bank.